martes, 6 de octubre de 2015

Centenario de una efeméride en La Maestranza: Joselito El Gallo corta la primera oreja

El pasado miércoles 30 de septiembre, se cumplió nada menos que un siglo exacto de una efeméride que cambió definitivamente el curso del toreo.
Joselito El Gallo, al que con justicia se le conoce como "El Rey de Los Toreros", protagonizó, junto con Juan Belmonte, la conocida como la Edad de Oro del Toreo (1912-1920), cuando la Tauromaquia alcanzó cotas nunca vistas antes ni después en la Historia.
A menudo se dice que Juan Belmonte fue el creador del toreo moderno, quien empezó a quedarse quieto y a cambiar la Fiesta, que pasó de ser un espectáculo de lucha entre el hombre y el toro al espectáculo artístico que ha acabado siendo lo que hoy conocemos.
Pero esto realmente no fue así. En realidad, el toreo que vendría después de José y Juan, fue una fusión de ambas tauromaquias y muchos entendidos afirman que en realidad son mayores las aportaciones de Joselito que las de Belmonte, tanto dentro como fuera de la plaza.
Lo que ocurrió, fue que Gallito murió en el ruedo de Talavera con tan solo veinticinco años, pero cambió el toreo en tan solo ocho temporadas y marcó el camino que la Fiesta debía seguir. Sin duda, la precoz muerte de Joselito y por supuesto la importancia de la extraordinaria obra de Chávez Nogales, crearon ese mito de Belmonte, como la primera figura del toreo moderno y Joselito como la última figura de la tauromaquia antigua.
Joselito, fue un Mozart del toreo, que nació siendo torero y que desde muy temprana edad ya tenía todo el toreo en la cabeza. Joselito era hijo de Fernando "El Gallo", matador de toros, pero José no le llegó a conocer prácticamente, pues murió cuando él tenía solo 5 años, por lo que fueron sus hermanos Fernando y Rafael, quienes le inculcaron el toreo.


Feria de San Miguel de 1912.
Rafael El Gallo hace matador de toros
a su hermano José en La Maestranza.
Joselito fue un verdadero niño prodigio, que mató su primer becerro con ocho años y que tras una deslumbrante etapa de becerrista y novillero sin picadores, al presentarse en Madrid con caballos, protagonizó un hecho insólito y se negó a torear la novillada por considerarla chica y exigió una corrida de toros cinqueña, con la que obtuvo un éxito tremendo.
En La Maestranza tomó la alternativa en la Feria de San Miguel de 1912, de manos de su hermano Rafael y con el toro "Caballero" de Moreno Santamaría.
Joselito fue un hombre adelantado a su tiempo, y que, con todo el toreo antiguo en la cabeza, sentó las bases de lo que acabaría siendo el toreo moderno. En aquella época se lidiaba un toro tremendamente serio y complicado, y el torero de Gelves, poderosísimo y con un valor tremendo, podía con todos los toros y con todos los toreros, obligando a retirarse a varias figuras de la época.
El único que le aguantó el pulso fue Bombita, que ya estaba de retirada y con el que rivalizó hasta que se acabó despidiendo en octubre de 1913, siendo el propio Joselito quien le cortó la coleta en Madrid, justamente días después de que tomase la alternativa Juan Belmonte en la misma plaza.
El Pasmo de Triana llegaba al escalafón superior con fama de revolucionario porque estaba haciendo un toreo basado en la quietud, el valor y la estética y estaba empezando a imprimir temple a los toros, algo que se salía totalmente de la forma de entender el toreo en aquella época. Joselito acabó comprendiendo que él no podía llevar solo el peso de la Fiesta y entendió que su rivalidad con Belmonte era necesaria, más aún cuando eran dos grandes toreros de estilos tan distintos, y de la variedad surge la riqueza.
Pero, en un principio, José pensó en acabar con Belmonte, pues lo primero que hizo tras la irrupción del trianero fue encerrarse con siete toros de Vicente Martínez (pues regaló también el sobrero) nada menos que en Madrid, donde obtuvo un éxito tremendo con el que dio un fortísimo golpe de autoridad. Pero pronto se dio cuenta de que la rivalidad era necesaria, pues no quería acabar como "Guerrita", quien se retiró agobiado por la exigencia de los públicos tras llevar él solo el peso del toreo.
Joselito, perdido entre los seguidores enfervorizados, sale a hombros de la Plaza Vieja
de Madrid la tarde de los 7 toros de Martínez.
Joselito fue una figura del toreo en toda la extensión de la palabra. Podía con todos los encastes y dominaba todas las suertes en los tres tercios, y su conocimiento de la lidia y los terrenos eran algo digno de un superdotado. Joselito fue, al igual que Belmonte, un hombre adelantado a su tiempo, pero quizá vio el futuro de la Fiesta con más claridad que nadie. Él podía lidiar a la antigua y someter a todos los toros con una regia facilidad, pero pronto empezó a intentar practicar un toreo más vertical e incluso buscando la profundidad, para la cual se requería un toro mucho más bravo y que durase más para soportar esa trasteo tan exigente y que acabaría desembocando en la faena como la conocemos hoy día. Este tipo de toro lo encontró sobre todo en la línea Vista Hermosa y aconsejó a multitud de ganaderos en la selección para buscar ese toro necesario para acabar haciendo el toreo bueno, y por supuesto, estaba presente en todas las labores de tienta y acoso y derribo y era íntimo amigo de todos los ganaderos importantes de la época, como los Miura, los Pablo Romero, los Martínez o los Urquijo.
Joselito, colocando al caballo una astifina vaca en un tentadero.
(Foto tomada del blog La Razón Incorpórea)
El 29 de septiembre de 1915, en La Maestranza, Rafael El Gallo, Joselito y Juan Belmonte lidiaron una corrida de Miura. Rafael estuvo ausente y fue abroncado en sus dos turnos mientras que Gallito y Belmonte rivalizaron en quites y obtuvieron ambos un éxito grandioso, en el que dieron una exhibición de valor, técnica y poder. Pero lo que de verdad se recuerda de aquella tarde fue la faena de José a "Galleguito", un imponente ejemplar de casi 700 kg, que fue ese clásico "miura" duro, con sentido, fiero, complicado y peligroso, de esos que quieren literalmente arrancarte la cabeza. Joselito le armó el taco en una faena de aliño y sometimiento que remató de media estocada fulminante. El éxito fue rotundo, pero la efeméride ocurriría al día siguiente, cuando Gallito estaba anunciado en solitario para lidiar una corrida del Conde de Santa Coloma.
Monumental pase por alto de Gallito a "Galleguito".
"Galleguito" cae fulminado a los pies de Joselito.

Verónica de Joselito a "Cantinero". Las manos aún permanecen altas, pero con el tiempo,
la verónica se fue ejecutando con las manos cada vez más
bajas e imprimiéndole cada vez más temple a la embestida.
Observen como Joselito ya echa la "patalante".
La gloria llegó en el quinto de la tarde, un ejemplar negro y con un precioso lucero llamado "Cantinero" y herrado con el número 131. Joselito, después de lucirse en varios quites y colocarle tres colosales pares de banderillas, pudo hacerle a aquel toro el toreo que perseguía. Según las crónicas, la faena tuvo más de 20 naturales soberbios que levantaron al público de sus asientos y tras media estocada fulminante, los aficionados que llenaban La Maestranza, tiñeron la plaza de pañuelos y solicitaron de forma unánime la concesión de la oreja, algo antirreglamentario. El presidente, el señor D. Antonio Filpo Rojas, no tuvo más remedio que dar la razón al respetable y le concedió a Joselito El Gallo, la primera oreja que se cortaba en toda la Historia de la plaza de toros de Sevilla.
Natural de Joselito a "Cantinero".
Joselito se perfila para la estocada en la suerte
natural.
Cierto es que aún permanecía el gran recuerdo de su éxito la tarde anterior, lo cual alimentó más la petición, pero el público reaccionó con olés y tirando sombreros con los naturales que le dio a "Cantinero", no con la lidia de aliño a "Galleguito". El camino hacia una nueva etapa del toreo se inició definitivamente aquella tarde de la que ahora se cumplen nada menos que 100 años.
No era la primera vez que se pedían la orejas en Sevilla, y además ya se habían empezado a conceder en Madrid desde que Vicente Pastor cortase la primera en 1909, pero aquella tarde, Joselito por fin consiguió enviar al traste el anticuado reglamento que especificaba claramente que "la presidencia no puede conceder a ningún espada las orejas de los cornúpetas, ni ninguna clase de merced que signifique por parte de dicha autoridad la calificación de sobresaliente de ninguna faena."
Por cierto que, Joselito, en agradecimiento al señor Filpo, por haber sabido tomar esa difícil decisión, le acabó regalando nada menos que la cabeza de "Cantinero" y el traje salmón y azabache que vistió aquella lejana tarde de otoño de 1915, y que hoy conservan sus descendientes como oro en paño.
La cabeza de "Cantinero".

El traje salmón y azabache que Joselito lució aquella tarde de 1915.
A partir de entonces, la concesión de orejas se instauró para siempre, y pronto se empezaron a conceder las dos orejas, los rabos, y hasta las patas, para faenas excepcionales.
A partir de la Edad de Oro, el Toreo dejó de ser la lidia a la antigua y en la que todo se centraba en el tercio de varas, y poco a poco, la faena de muleta dejó de ser una simple preparación para entrar a matar en cuanto el toro juntase las manos para convertirse en la parte fundamental de la lidia.
Cierto es que aquellos naturales a "Cantinero", en los que llevó al toro toreado y muy sometido, hoy en día no tendrían esa misma repercusión en el tendido, pues el toreo de Gallito, teniendo mucha verdad, no tenía la belleza, el temple y la pureza que le dio Juan Belmonte, de ahí que el toreo actual sea una fusión de ambas tauromaquias.

Media verónica de Belmonte, que fue el creador de la misma.
Juan Belmonte citando al natural en La Maestranza.
El toreo actual es fruto de una evolución de siglos, en la que juegan un papel trascendental grandes personajes que fueron capaces de ver más allá y de pensar en el futuro del toreo.
Me gustaría concluir analizando una frase que dejó dicha quien para muchos fue una gran figura del toreo como el albaceteño Dámaso González, quien dijo que "ahora se torea mejor que antes, pero antes se toreó como se toreará toda la vida." Lo que Dámaso quiso decir es que, al igual que nuestro castellano es una evolución del latín, la tauromaquia actual es una evolución de lo que fue la tauromaquia de antes. Y al igual que el Latín no es una lengua muerta por mucho que se empeñen en afirmarlo, la tauromaquia de antes, tampoco lo está, pues está muy viva en la del presente.

Joselito El Gallo y Juan Belmonte fueron de verdad dos grandes figuras del toreo, porque marcaron una época y nos dejaron una impagable herencia que nunca deberíamos de olvidar.
Mario García Santos (@mario_garsan)